¿Excusas o patentes?


Seguimos escuchando en demasiados entornos empresariales y tecnológicos explicaciones de por qué no patentar.

Una de las primeras explicaciones es que patentar es caro. Ciertamente, es una herramienta competitiva que supone un alto desembolso de dinero. Sin embargo y a diferencia de las marcas, por ejemplo, patentar le cuesta lo mismo a Apple que a un Centro Tecnológico. Dicho de otro modo, si decides competir por reconocimiento de marca con Apple, la apuesta seguro que es muy alta y, lo peor, puede seguir subiendo. Sin embargo, registrar una patente en Estados Unidos, por ejemplo, le cuesta lo mismo a Apple que a mi amigo Joaquín que dedica su tiempo libre a inventar y patentar.

La segunda explicación para no patentar es que el sistema no funciona: si tienes éxito, te van a copiar. Esto demuestra un alto desconocimiento del sistema de patentes. El sistema funciona (que se lo pregunten a Fractus) pero hay que conocer cómo funciona tal y como resaltamos en «Lo importante no es patentar» ,en «Patentes, gilipollas y carros o por qué las patentes no sirven para nada» y sobre todo en «¿Qué es una buena patente?«.

La tercera explicación es que patentar «no es para mí». Cuando se han rebatido las dos excusas anteriores, el interpelado suele escudarse en que eso no es para mí. Y puede ser tristemente cierto. Si tu empresa vende localmente, no tienes intención de crecer y tu idea es la de «llegar a la jubilación y cerrar», ciertamente patentar puede que no sea para ti, como tampoco formar al personal, desarrollar nuevos productos o cualquier otra actividad que suponga invertir esfuerzo y recursos por mejorar. Pero si tu empresa vende en los mercados internacionales, si quieres que crezca y si deseas que perviva más allá de tu propia existencia, patentar es un ejercicio de exigencia, es un reto frente a la dejadez. Lo mismo que es un reto defender una participación de mercado o entrar en un nuevo país.

No patentar es un indicador de dejadez y de falta de exigencia. Porque patentar exige ser un experto, exige creatividad y es un compromiso con la excelencia. Y lo demás son excusas baratas.

4 pensamientos en “¿Excusas o patentes?

  1. Me interesa el mundo de la propiedad industrial y encuentro muy acertadas la mayoría de vuestras entradas al respecto, pero creo que las mismas adolecen de una visión de conjunto.
    Me explico. Estoy totalmente de acuerdo con vosotros sobre la conveniencia, cuando no necesidad de patentar, pero este no es un proceso aislado.
    Los que en una manera u otra nos dedicamos a la investigación, en muchas ocasiones (por no decir siempre) adolecemos de conocimientos específicos sobre materias muy diversas: gestión empresarial, financiación, marketing, estrategia en materia de patentes, relaciones internacionales y un largo etc.
    Por lo que sé, si uno se plantea solicitar una patente por la vía PCT, puedes contar que en un plazo inferior a los 3 años vas a tener que realizar un desembolso superior a los 100.000 euros, eso sin contar los honorarios del agente/s de la propiedad industrial. Y eso es muchísimo dinero y un paso en falso te puede hipotecar la vida.
    Me pregunto si antes de afrontar un desembolso de este tipo, no seria mejor llevar a cabo una alianza estratégica con un equipo humano multidisciplinar que supla tus carencias (por supuesto repartiendo el posible pastel).
    Y algo que posiblemente aún sea más importante, tener ya los clientes que vayan a comprar o licenciar tu invención.Porque buscando estos clientes potenciales, te vas a dar cuenta de si tu invención tiene recorrido.
    Saludos

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    • Muchas gracias Fernando por tu tiempo.
      Como verás en otras entradas, creemos que la patente es una etapa en el proceso de innovación. Para que ésta se dé es necesario impacto en el mercado por lo que es muy recomendable el interactuar con posibles clientes y usuarios desde el principio.
      Te recomiendo el libro «Inside Real Innovation» de Eugene Fitzgerald para una visión de la Innovación desde la perspectiva de un investigador.

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  2. Pingback: Acta non verba | Handitu

  3. Pingback: Para innovar, primero inventar - Sintetia

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