Esta mañana he asistido al encuentro que todos los años organiza ELKARGI después de su junta general de accionistas. El lema de este año ha sido: «El futuro ya está aquí».
El evento ha estado excelentemente organizado. Se empieza a notar la mano de su nuevo director general, Pío Aguirre: un hombre que hará lo razonable sin estridencias.
De todo lo que se ha dicho, me voy a centrar en la tan cacareada necesidad de talento, su escasez y qué hacer para remediarlo. Yo, por llevar la contraria, diré que no creo que falte talento.
En el año 1969, yo iba al parvulario; creo que ahora le llaman educación infantil. Tenía 5 años y mi profesora era Sor Josefina. Recuerdo que tenía dificultades para aprender las vocales y supongo que para otras cosas. El caso es que aquella buena monja llegó a la conclusión de que yo era bastante torpe para los estudios. Cuando mi padre le dijo que su idea era que yo estudiara en los Jesuitas, sor Josefina le dijo que iba a tener muchas dificultades para entrar y, desde luego, que yo no estaba dotado para el estudio. O sea, era torpe y me faltaba talento. Siempre me he rebelado contra esa idea.
Probablemente, la monja no se equivocaba. No me considero una persona especialmente talentosa. En la entrevista para entrar en el IESE, me dijeron que lo que ellos buscaban eran personas normales. Y eso debo ser. Ya os he contado por aquí que casi nos echan de allí por ser demasiado normales y trabajar en equipo y no con agendas personales. Un equipo de gente normal es mucho más potente que un talento individual. El líder del futuro es el que consigue que personas normales hagan cosas extraordinarias cuando trabajan en equipo.
Creo que aplica lo mismo para los países. Los suizos o los suecos no tienen más talento que los vascos o los españoles si los consideramos individualmente. Sus sociedades, la forma en que ellos se interrelacionan y los valores que cultivan son los que hacen la diferencia.
Mi tesis es que no falta talento individual. Creo que todos tenemos talento suficiente y, en gran medida, desperdiciado. El problema es que el talento individual no es suficiente para el futuro.
En mi experiencia, el talento individual y grupal se disparan cuando confluyen los siguientes valores y circunstancias:
- Libertad y responsabilidad para pensar, imaginar, proponer y hacer.
- Curiosidad para preguntarse, para ir más allá y para conocer.
- Humildad para reconocer que los demás pueden tener conocimientos complementarios a los míos; es decir, humildad para aprender.
- Lealtad con la misión del equipo, la empresa o la organización.
- Se aúnan capacidades, personalidades y conocimientos diversos.
- Una alta dosis de trabajo individual antes de trabajar en equipo.
- Evidencias y no opiniones (In God we trust, everyone else must bring data).
Uno de los ponentes ha recordado que, según Darwin, la especie que sobrevive no es la más fuerte ni la más inteligente sino la que mejor se adapta al cambio.
En definitiva, no creo que nos falta talento. Nos faltan ganas de retarlo y aceptar el reto como individuos, como empresas y como sociedad.