Dedicado a: Alicia, Helena, Enrique, Fernando, José Antonio, Juan, Manolo y Pablo. Y al Profesor Segarra.
Estas dos últimas semanas he podido reencontrarme con Enrique y Pablo, antiguos compañeros de mi equipo de IESE. Entre eso y que este año hacemos el 25 aniversario de nuestra graduación del MBA, voy a contaros la historia de nuestra «expulsión» del IESE.
En otoño de 1989, comencé con otros 200 chicos y chicas el programa MBA de IESE. En aquella época, la dirección del MBA distribuía a los alumnos en equipos de 8 o 9 personas a los que se pedía que trabajaran en equipo. Los equipos estaban formados previamente y combinaban chicos y chicas de diferentes procedencias geográficas, diferente formación y diversa experiencia. En mi equipo, había una química (Helena), tres ingenieros (Fernando, José Antonio y Pablo), tres economistas (Alicia, Enrique y yo), un abogado (Juan) y un filósofo (Manolo).
Para trabajar en equipo, nos habían sugerido trabajar en primer lugar individualmente, después poner nuestras conclusiones en común para finalmente tratar de consensuar las soluciones a los casos que nos presentaban. Nos hacían trabajar en equipo pero, en todo caso, éramos evaluados individualmente.
En el primer trimestre del curso, nos hacían trabajar dos casos en equipo. Para cada caso, cada uno de nosotros debía presentar un informe individual que era el que se evaluaba.
El primero de los dos casos trataba de un profesor que quería emprender y para ello había decidido montar una franquicia de helados pero dudaba acerca del emplazamiento más adecuado. Nuestro equipo trabajó el caso tal y como nos habían pedido que lo hiciéramos: primero individualmente, después en equipo y finalmente consensuamos la solución. La cosa es que dimos en el clavo. Todos los informes eran tan parecidos que era difícil no dar a casi todos la mejor puntuación. Además, la diferencia con el resto de equipos fue notable. Nuestros informes eran mucho mejores que los de los demás. Y esto levantó sospechas.
Daba la casualidad de que Helena estaba casada con un antiguo alumno que había terminado el programa un año antes. Si los informes eran muy parecidos y muy acertados, esto era indicio de que sabíamos la solución gracias al marido de Helena. En una reunión con los profesores de la asignatura («Análisis de situaciones de negocio»), nos informaron de que lo que supuestamente habíamos hecho, copiar, era motivo de expulsión del programa. En esa reunión, les explicamos cómo habíamos trabajado; cómo poco a poco, habíamos desgranado el caso y dado con las claves hasta solucionarlo. No se lo podían creer. Nos dijeron que en la historia del IESE ningún equipo había llegado a trabajar hasta ese nivel de concreción y detalle en la solución. Nosotros les preguntamos si había algo incorrecto en haberlo hecho así. Pensábamos que habíamos seguido las instrucciones y la metodología tal y como debía hacerse. Si habíamos hecho lo correcto, ¿por que nos debían expulsar?
Todos los equipos de IESE tiene un jefe de equipo. Este es un profesor que actúa como mentor del grupo y de cada uno de sus integrantes. El nuestro era el profesor Segarra. El profesor Segarra recondujo la situación y prevaleció el criterio de reconocer el trabajo bien hecho hasta las últimas consecuencias.
El segundo caso que trabajamos en equipo trataba de una fábrica de zapatos. Nuestro equipo también lo trabajó muy bien aunque el resultado de los informes individuales fue más dispar. En todo caso, los mejores del equipo obtuvieron puntuaciones altas. El resultado de nuestro primer trabajo no fue una casualidad.
Mi equipo del IESE es una de las mejores experiencias de trabajo en equipo que he tenido. Eramos un grupo de gente bastante normal para todo: para trabajar y para razonar; para compartir y para escuchar. No había divos ni genios (con la excepción de Fernando) pero la combinación abierta de nuestras capacidades daba resultados excepcionales mucho mejores que equipos que funcionaban más como grupos de alumnos que como equipos.
El IESE, que casi había decidido expulsarnos, tomó la decisión correcta. El trabajo en equipo es un pilar fundamental en cualquier organización. Hay que reconocer a los equipos y a las personas que los componen. Además, 25 años después, puedo reafirmar que no copiamos aquel caso; ni siquiera Helena sabía que su marido lo había trabajado dos años antes. Trabajamos en equipo y, hoy, trato de seguir haciéndolo así.
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