«Con lo expuesto podemos concluir que hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes.»

Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido (Spanish Edition) . Herder Editorial. Edición de Kindle.

Durante el primer año de carrera, sería el año 1983, en una de las múltiples huelgas que convocaba la izquierda abertzale, el típico piquete «informativo» vino a clase (Universidad de Deusto en San Sebastián) a sacarnos para que «voluntariamente» secundáramos la huelga.

Si no recuerdo mal, previamente, nuestra clase o facultad había decidido que no se secundaba ese paro. Cuando llegó el piquete, se le hizo saber que de allí no se movía nadie porque se había decidido no secundar la huelga.

El líder del piquete y sus colegas nos querían obligar a abandonar la clase y no estaban dispuestos a que la clase siguiera. Si nosotros no salíamos, ellos se quedaban a boicotear la sesión. El profesor trataba de poner sentido común con escaso éxito. A la vista de este piquete y del alboroto que se estaba formando, hice ademán de levantarme para abandonar el aula. Un compañero me retuvo y me dijo que si yo no quería salir, no tenía que hacerlo. Me hizo entender que la única salida decente era permanecer sentados y esperar a que nos dejaran seguir; sin violencia pero sin resquicio de duda.

Finalmente, los del piquete se dieron por «vencidos» y supongo que irían a otra clase a proseguir con su «labor informativa».

Creo que no respetar la libertad del otro y usar la violencia para doblegar esa voluntad es indecente. Mi compañero que me obligó a quedarme siempre fue un hombre decente. Yo me comporté como un cobarde con un comportamiento inapropiado pero creo que algo aprendí con aquel episodio. Aunque esa es otra historia.