Dedicado a mi hermana Nekane.
Hoy tengo un par de noticias y una anécdota.
El informe anual del Banco de España publicado la semana pasada ha dejado un par de titulares muy interesantes.
El primer titular era sobre la flexibilización del mercado de trabajo. El Banco de España pedía mayor flexibilidad tanto en la contratación como en las condiciones salariales. Pedía que se diera a las empresas la posibilidad de ajustar el factor trabajo a las condiciones del mercado. También abogaba por hacer que la contratación indefinida estuviera menos protegida para incentivar que las empresas contrataran a más largo plazo. Los sindicatos han entrado en cólera y han criticado duramente semejante afrenta. Los sindicatos sólo interpretan un papel para los trabajadores: plantarse delante de la empresa y preguntar ¿qué hay de lo mío?
El segundo titular era sobre la escasa capacitación del empresariado español. El Banco de España constata que, sobre todo en las PYMES, los cuadros directivos están menos preparados que sus homónimos en Alemania, Reino Unido, Francia e Italia. Este segundo titular ha tenido menos repercusión pero es mucho más sangrante que el anterior. Algunos directivos y empresarios parecen no tener ni idea de adónde van, cuánta gente van a necesitar ni si van a poder garantizar la actividad para la empresa. No es raro encontrar directivos que rehuyen sus responsabilidades y, cuando vienen mal dadas, se plantan delante de quién sea, se ponen la gorra de trabajadores y preguntan ¿qué hay de lo mío?
La anécdota es también de la semana pasada y le ha sucedido a una de las empresas que asesoro. Esta empresa lleva sus pagos al día y no tiene mayores problemas de liquidez. En un descuido de la responsable de tesorería, el último día de pago de los seguros sociales, la empresa no tenía saldo suficiente en el banco donde ese pago está domiciliado. El banco, ¿qué hay de lo mío?, no avisó a la empresa y devolvió el recibo. Y el Gobierno, ¿qué hay de lo mío?, por un retraso de un día, ha cobrado un recargo del 20%.
Parece que nadie se ha parado a pensar en el fondo de la cuestión. Para mí el resumen de la situación es el siguiente: empresas de mierda pequeñas, mediocres y sin futuro; dirigidas por aficionados; sindicatos combativos que tratan de salvaguardar los derechos de los trabajadores que se han convertido en una especie de nobleza industrial. Para rematar, el gobierno, sin preguntar ¿qué hay de lo mío?, directamente se lo lleva.
La consecuencia es un país con cada vez más autónomos y menos empresas. Parece que nunca vamos a ser conscientes de que en el juego del capitalismo es esencial crear y cuidar a las empresas antes de preguntar ¿Qué hay de lo mío?
Ya sé que exagero pero ¡qué a gusto me he quedado!