Hoy me han propuesto dar una charla en «petit comité» sobre eficacia y eficiencia. Así que he decidido escribir esta entrada para empezar a poner orden en mis ideas como primer paso en la preparación de esa charla.

Yo suelo resumir diciendo que eficacia es hacer las cosas correctas y eficiencia es hacer las cosas bien. En la empresa, hay que ser eficaces y eficientes. Es decir, tenemos que hacer las cosas correctas y tenemos que hacerlas bien con el mínimo imprescindible. No sirve de nada apuntar bien y dar en el centro de la diana incorrecta.

Eficacia es elegir qué clientes se van a servir y qué clientes no se van a suministrar.

Eficacia es elegir qué problemas de los clientes vamos a solucionar, qué necesidades de los clientes vamos a cubrir y qué valores funcionales, hedónicos y simbólicos vamos a proveer a los clientes elegidos.

Eficacia es decidir qué medios productivos se van a poseer y cuáles se van a subcontratar.

Eficacia es decidir qué tecnologías se van a desarrollar y proteger y qué tecnologías se van a adquirir en el mercado.

Eficacia es decidir qué mercados geográficos se van a priorizar y cuáles van a ser secundarios.

Eficiencia es conseguir que el cliente nos permita cubrir la mayor parte de las necesidades que tiene, dentro del ámbito que hemos decidido trabajar.

Eficiencia es conseguir que los medios de producción sean utilizados en un alto porcentaje y evitar que haya cuellos de botella.

Eficiencia es conseguir el mayor rendimiento posible de la tecnología propia tal y como proponían Gary Hamel y C.K. Prahalad en su famoso y muy recomendable artículo «The core competence of the corporation» de 1990.

En mi opinión, las empresas necesitan que todas las personas sean eficaces y razonablemente eficientes. Las personas deben entender perfectamente a qué diana está apuntando la empresa. Si equivocan el tiro, no darán en el centro pero, día a día, se irán acercando razonablemente al mismo.