1474


Los Estados modernos han tenido y tienen como uno de sus objetos el beneficiar a la sociedad a la que deben servir.

La mayoría de estos Estados saben que necesitan de la iniciativa individual de inventores y creadores para cumplir mejor ese objeto.

Desde hace siglos, se sabe que nadie inventa de la nada. Los inventores, creadores y científicos crean e inventan sobre creaciones, inventos y conocimiento anteriores. Newton lo expresó de manera muy gráfica: «Si he llegado a ver más lejos es por que estaba de pie a hombros de gigantes«, frase que no es enteramente original de Isaac y cuyo origen se remonta al siglo XII.

Para llegar al conocimiento de inventores precedentes y contemporáneos, es necesario que ese conocimiento no se guarde en secreto. Ese conocimiento anterior (estado-de-la-técnica) es la materia prima para generar nuevo conocimiento. Si permanece en secreto, ese conocimiento es como si no existiera para la comunidad.

Para desincentivar el secreto, el Estado protege al inventor dándole derechos sobre el invento que ha desarrollado. El título más conocido que garantiza esos derechos es la patente.

El 19 de marzo de 1474, la República de Venecia promulgó una ley conocida como Estatuto de Venecia o Estatuto de patentes de Venecia. Dicha ley reconocía que cualquier inventor de un nuevo instrumento que fuera nuevo e ingenioso, no hecho anteriormente y útil podría solicitar una patente por la que se reconociera al autor del invento el derecho a denunciar a quien le copiara. El Estatuto estuvo vigente más de 300 años y no se exigía el pago por su solicitud. El Estatuto de patentes de Venecia es el precedente jurídico del actual sistema de patentes mundial.

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