Dice Carlos Polo que el fracaso está sobrevalorado. Los que fracasan, dice, sólo hacen mención de su fracaso cuando han llegado al éxito. No antes. Los que dan conferencias y escriben libros, no son fracasados. Aunque hayan tenido algunos fracasos, lo que importa es su gran éxito final.
Churchill decía que «hay que avanzar de derrota en derrota hasta la victoria final». Se supone que uno de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial algo sabrá de fracaso y éxito.
Así que uno no sabe si el fracaso está sobrevalorado o si es esencial para el éxito. Yo creo que tanto Carlos como Churchill tienen razón y vienen a expresar una idea parecida. Sin embargo, creo que se han dejado alguna cosa sin contar.
Nuestra historia con Blackbinder no es un éxito. Por el momento, es una historia que avanza de fracaso sonado en fracaso sonado. El último ha sido el pasado viernes cuando no sólo no hemos obtenido la ayuda de Instrumento PYME a la que habíamos dedicado notable esfuerzo y dedicación sino que además, hemos obtenido unas evaluaciones bastante mediocres. Está claro que no sabemos transmitir nada: ni pasión por la propia actividad, ni la excelencia tecnológica que el proyecto tiene ni la oportunidad de mercado que hay detrás.
Sin embargo, esta semana no ha sido una mala semana. Ha habido bastantes buenas noticias. No podemos hablar de éxitos ni victorias. Son pequeños pasos adelante: el primer violín de una importante orquesta canadiense que adopta nuestra tecnología; la chelista de una famosísima orquesta de cámara que nos pide ayuda para poder seguir tocando en público; varios profesores de uno de los más reputados conservatorios que se suman al proyecto y comienzan a utilizar la tecnología; un cuarteto prestigioso que también se apuntan a Blackbinder. Aparentemente, nada del otro mundo: «business as usual» que dicen los angloparlantes.
Los grandes fracasos, como los grandes éxitos, son aparatosos y atraen mucha atención. Pero son mentira. En la realidad, el éxito verdadero, sostenido y a largo plazo está basado en pequeños avances que ni siquiera se pueden calificar de éxitos. Pero este flujo continuo de buenas noticias son las que importan porque, en realidad, son pequeñas victorias cotidianas.
Espero que Blackbinder siga fracasando en algunos de sus hitos principales pero realmente me preocuparé cuando desaparezcan las pequeñas victorias cotidianas.