Un amigo me comenta que en la organización donde trabajaba, las cosas no terminan de arreglarse.
El ambiente es pesado y nocivo. Las personas, la mayoría muy buenos profesionales, desconocen sus responsabilidades. La dirección parece que no delega suficientemente y emplea mucho tiempo en lo que se llama micromanagement, es decir, la tendencia de la dirección a controlarlo todo y, en definitiva, no dejar hacer a las personas.
En mi experiencia, el micromanagement suele ser practicado por personas con poca experiencia en dirección que no confían plenamente en el equipo y que necesitan asegurarse de que se hace lo que entienden que se debe hacer.
Lo contrario del micromanagement es lo que yo llamo la dejación. El directivo que deja no tiene manera de saber el rumbo del equipo que lidera. La dejación también es fruto de la poca experiencia.
No hay que hacer ni lo uno ni lo otro. Para dirigir, es necesario tener herramientas de dirección que garantizan al directivo que se hace lo que se debe y se va camino del objetivo. Las herramientas de dirección permiten dar libertad a las personas y equipos para que hagan lo que tienen que hacer sin necesidad de supervisión permanente.
El solo uso de herramientas de dirección como cuadros de mando o planes de gestión no es suficiente para crear equipos potentes y bien orientados.
Lo más importante es que el directivo confíe en sus personas y sea consciente de que hay miles de maneras de hacer tortilla. Todas pueden ser excelentes y mejores incluso que lo que el directivo hubiera podido imaginar.